Imagen: "Mundos Interiores", Miguel J. Becerril, España
Arañando las piedras, buscando agua; en el descontrolado control del conflicto, armado-des, con las reliquias a cuestas, la confianza deshilachada, el verbo perdido.
Un punto aparte, el ejercicio desvergonzado, sin afanes, sin,
desmembrado
a tientas en el sillín de marras, la butaca alada de espectadores ciegos, autoarrumbado a los trastos.
Despectante, adormilado, singular y atrabiliario, con los amargos incorporados, despareciendo –a la velocidad adecuada- confundiéndome con la ceniza polvo.
En expectaciones descabelladas, asomado a balcones dudosos,
en el trastabilleo desdogmatizado,
la tesis del absurdo -que absurdo-
el devenir de pálidos remedos, la ausencia,
el “colorín colorado” atisbo de finales.
La sonrisa quieta,
el silencio aguzado,
entumecido de ágatas.
CLAUDIO CAMUS CERVANTES
Arañando las piedras, buscando agua; en el descontrolado control del conflicto, armado-des, con las reliquias a cuestas, la confianza deshilachada, el verbo perdido.
Un punto aparte, el ejercicio desvergonzado, sin afanes, sin,
desmembrado
a tientas en el sillín de marras, la butaca alada de espectadores ciegos, autoarrumbado a los trastos.
Despectante, adormilado, singular y atrabiliario, con los amargos incorporados, despareciendo –a la velocidad adecuada- confundiéndome con la ceniza polvo.
En expectaciones descabelladas, asomado a balcones dudosos,
en el trastabilleo desdogmatizado,
la tesis del absurdo -que absurdo-
el devenir de pálidos remedos, la ausencia,
el “colorín colorado” atisbo de finales.
La sonrisa quieta,
el silencio aguzado,
entumecido de ágatas.
CLAUDIO CAMUS CERVANTES
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