Y cómo que ¡no puedo más! Me quedo rezagado, impoluto, penitente, me quedo, ensimismado, enrielado, preso,
como el universo, preso,
mis cadencias aherrojadas, mis herencias, mis co-herencias.
en la risa remedada; en el recuerdo reciente,
en los amores perdidos,
en el silencio.
réquiem I
Y que es necesario, ¿tal vez?
En dónde te encuentro
Viajero pasajero:
Como el puerto del poeta
Garín Poeta
“puerto pasajero
esqueletas palabras,
el hueso a la carne y la leche al viento”
decía el poeta,
dónde estás poeta amigo,
la muerte inmensa, inmensa la muerte,
grande como tu ausencia.
Me voy aquietando crónico, sagaz, meditabundo,
Me voy aquietando,
Desde lejos,
En la periferia desnuda de tus ojos,
En el amor que le tengo,
En el desamor que te tengo,
¿
Te tengo?
Me desdibujé temprano hoy,
dedicado al llanto,
al temor,
al desencuentro,
vivo de angustias,
de inconfesables.
Los ojos maltratados,
Tu cintura en mi memoria, mi aliento de ti,
Cabriolas desestinadas,
“esqueletas palabras”.
..............................................................................................................................................
Y nuevamente desenrrumbado,
como todos los días, desenrrielado,
aquietado en la penumbra, en la apariencia aquietado,
volcánico interno, quejumbroso fuera
voraz dentro, perpetuo descolumnado
arrastro mis míseras miserias,
mis cadenciosas cadenas, mi muerte lenta,
mi agonía de milenios, el absurdo hereditario, la existencia marchita,
como la hiel cotidiana vertida en el asfalto,
salpicado por las ruedas, por los cascos del siglo XX,
me arrincono allí donde voy perteneciendo, poco a poco amalgamándome, lentamente confundiéndome, mimetizándome con el cero.
....................................................... ............................................
En el viaje de la ceniza,
en tu rostro amurallado y quieto,
los cotidianos espacios,
ventanas mínimas,
los cuerpos vacíos.
Cayendo la tarde en los inencontrados,
pasamanos inseguros,
temblores aéreos, desdibujada historia,
principio de finis terrae
...........................................................................................................
En el abandono del lamento, atrás présicas deprésicas ansiedades
–por ahora yo sé-
en el címbalo, en el canto atrabiliario,
en la espera consabida – el escenario vacío-
Universo prisionero.
devanado intésico, -tal como suena-
desvencijado esenciado.
Y en remolinos de turba cotidiana, me encierro en papeles, en tramitajes de autómata, en cuentos conocidos, el absurdo en ejercicio.
La carrera del dinero
–regalo difícil-
y desacertado, me inclino en la memoria, en: La cara de asceta severo y empedernido; la del tipo ese que se paraba en la esquina tatuando en el aire mágicas abluciones, dando saltos de maromero, en danza interminable: una calistenia de rodillas en salto permanente, brazos arriba, voz potente, cascada, ronca que grita y grita el mensaje divino, vocifera la hecatombe por el pecado a las apretadas nalgas –transeúntes permanentes- les encarga que se acuerden del maestro antes de envejecer, a gritos destemplados, con iracunda ira redentora, templaria, los ojos encendidos y azules, la Biblia –flamígera espada sobre las cabezas de los habitantes de la urbe- la urbe que se cansa de sus gritos, que no se hunde con sus saltos, sus profecías de Apocalipsis, San Juan en la diestra y la siniestra; dormidas duermen.
como el universo, preso,
mis cadencias aherrojadas, mis herencias, mis co-herencias.
en la risa remedada; en el recuerdo reciente,
en los amores perdidos,
en el silencio.
réquiem I
Y que es necesario, ¿tal vez?
En dónde te encuentro
Viajero pasajero:
Como el puerto del poeta
Garín Poeta
“puerto pasajero
esqueletas palabras,
el hueso a la carne y la leche al viento”
decía el poeta,
dónde estás poeta amigo,
la muerte inmensa, inmensa la muerte,
grande como tu ausencia.
Me voy aquietando crónico, sagaz, meditabundo,
Me voy aquietando,
Desde lejos,
En la periferia desnuda de tus ojos,
En el amor que le tengo,
En el desamor que te tengo,
¿
Te tengo?
Me desdibujé temprano hoy,
dedicado al llanto,
al temor,
al desencuentro,
vivo de angustias,
de inconfesables.
Los ojos maltratados,
Tu cintura en mi memoria, mi aliento de ti,
Cabriolas desestinadas,
“esqueletas palabras”.
..............................................................................................................................................
Y nuevamente desenrrumbado,
como todos los días, desenrrielado,
aquietado en la penumbra, en la apariencia aquietado,
volcánico interno, quejumbroso fuera
voraz dentro, perpetuo descolumnado
arrastro mis míseras miserias,
mis cadenciosas cadenas, mi muerte lenta,
mi agonía de milenios, el absurdo hereditario, la existencia marchita,
como la hiel cotidiana vertida en el asfalto,
salpicado por las ruedas, por los cascos del siglo XX,
me arrincono allí donde voy perteneciendo, poco a poco amalgamándome, lentamente confundiéndome, mimetizándome con el cero.
....................................................... ............................................
En el viaje de la ceniza,
en tu rostro amurallado y quieto,
los cotidianos espacios,
ventanas mínimas,
los cuerpos vacíos.
Cayendo la tarde en los inencontrados,
pasamanos inseguros,
temblores aéreos, desdibujada historia,
principio de finis terrae
...........................................................................................................
En el abandono del lamento, atrás présicas deprésicas ansiedades
–por ahora yo sé-
en el címbalo, en el canto atrabiliario,
en la espera consabida – el escenario vacío-
Universo prisionero.
devanado intésico, -tal como suena-
desvencijado esenciado.
Y en remolinos de turba cotidiana, me encierro en papeles, en tramitajes de autómata, en cuentos conocidos, el absurdo en ejercicio.
La carrera del dinero
–regalo difícil-
y desacertado, me inclino en la memoria, en: La cara de asceta severo y empedernido; la del tipo ese que se paraba en la esquina tatuando en el aire mágicas abluciones, dando saltos de maromero, en danza interminable: una calistenia de rodillas en salto permanente, brazos arriba, voz potente, cascada, ronca que grita y grita el mensaje divino, vocifera la hecatombe por el pecado a las apretadas nalgas –transeúntes permanentes- les encarga que se acuerden del maestro antes de envejecer, a gritos destemplados, con iracunda ira redentora, templaria, los ojos encendidos y azules, la Biblia –flamígera espada sobre las cabezas de los habitantes de la urbe- la urbe que se cansa de sus gritos, que no se hunde con sus saltos, sus profecías de Apocalipsis, San Juan en la diestra y la siniestra; dormidas duermen.
CLAUDIO CAMUS CERVANTES
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